top of page

La última batalla de los Antiguos


Kara solo podía pensar en estrellas de mar gigantes, con una inquietante simetría bilateral. Tubos entraban y salían de orificios de sus centros.
Los ocupantes de la nave — fueran lo que fueran— no eran los Antiguos. Tampoco ninguna otra raza conocida. Kara solo podía pensar en estrellas de mar gigantes, con una inquietante simetría bilateral. Tubos entraban y salían de orificios de sus centros.


¡Por fin! — Kara exclamó.  las pesadas compuertas se deslizaron lo suficiente para que pudiera introducir la varita sensora. En su terminal comenzó a dibujarse una imagen borrosa del interior. — ¿Libra?

 

— Shh, estoy analizando… —Libra no podía evitar sonar como una niña petulante con su voz melódica y exasperantemente alegre. — Hay una probabilidad del 65% de que sea el… ¿puente?, ¿centro de comando? ¡El lugar donde se sienta el jefe! — concluyó al fin, satisfecha con su propia interpretación.

 

Llevaban diez días registrando cada lúgubre recoveco de la gigantesca nave alienígena, esperando encontrar algo de valor, cualquier tecnología avanzada que pudiera venderse en el mercado negro. Lo que al principio fue euforia por el monumental hallazgo, se había convertido en frustración, todo estaba en pedazos o era tan incomprensible que se sentían como cavernícolas jugando con un capacitor de flujo lineal.

 

La intrépida tripulación de la Fénix de Moldolfo —el Fierro, para los más formales; ese maldito saco de tuercas, para Artem, su ingeniero— no tardó en darse cuenta de la magnitud de la tarea. Más de diez kilómetros de proa a popa. Una ciudad entera flotando en la nada, muda y muerta. Ellos, un puñado de chatarreros con más ambición que sentido común, decidieron separarse para cubrir más terreno.


— Artem, ayúdame con esto.


Más te vale que no sea otra de bromitas ¡Llegar hasta acá fue una maldita caminata! — exclamó Artem, con su espeso acento joviano. Luchaba por encajar a través de la compuerta a medio abrir, hasta que, con un violento empujón y una letanía de palabrotas, las pesadas puertas cedieron.  Estaba obsesionado con los misteriosos artefactos de los alienígenas conocidos, coloquialmente como “los Antiguos.” Entre los dos, las pesadas compuertas se habían deslizado con un crujido, apenas lo suficiente para entrar.


Y ahí estaba: el puente. No podía ser otra cosa. Al menos Artem estaba seguro. Se había pasado horas hablando de los rasgos característicos de la ingeniería de los antiguos, de cómo esta nave se parecía más bien al lenguaje de diseño Artoliano que Solariano, y de las diferencias fundamentales con las ruinas en Nueva Alexandria. Kara hacía tiempo que había dejado de poner atención, concentrándose en vez en los cinco bultos desecados sujetos que colgaban del techo en receptáculos articulados.

 

Los ocupantes de la nave — fueran lo que fueran— no eran los Antiguos. Tampoco ninguna otra raza conocida. Kara solo podía pensar en estrellas de mar gigantes, con una inquietante simetría bilateral. Tubos entraban y salían de orificios de sus centros. No había controles ni pantallas, pero la distribución del cuarto —su eficiencia, su lógica interna— no dejaba lugar a dudas. Si no era el puente, era al menos una sala de control de algo importante.


— Si ya terminaron de saludar, busquen algo para conectarme —proclamó Libra, hablando a través de un pequeño drone que entró flotando.


Emocionado, Artem empujó una de las estrellas de mar que se deshizo en una nube de polvo.


— ¡Enchúfame! ¡Enchúfame! ¡Enchúfame! ¡Enchúfame! —Libra seguía repitiendo. A toda prisa Artem colocó su terminal cerca de un panel donde una pequeña luz roja parpadeaba.


— Hmm, veamos… No es binario… —vociferó la voz sintética de la computadora—. Oh, hola. No me hagan caso, solo estoy de visita. ¡Ey! Esa no es forma de hablarle a una…


Las compuertas se cerraron de golpe, y el puente cobró vida. Una ominosa luz roja iluminó a las estrellas de mar y los displays holográficos se activaron en un espectáculo de luces espectrales y extraños símbolos alienígenas.


— Ups —exclamó Libra.


— ¿Qué carajo quieres decir con "ups"? —gruñó Artem.


— Hay una pequeña, pequeñísima posibilidad de que la IA de la nave piense que está siendo atacada —respondió Libra.


— ¡Pues haz que pare! —gritó Kara, tomando el drone con ambas manos.


— ¡Estoy intentando! —gruñó Libra en un tono dos octavas más alto. —La buena noticia es que encontré los registros de la nave y los estoy descodificando ahora.


Un holograma fantasmal apareció flotando en el centro de la sala. Mostraba la kilométrica nave, amenazante, sus ángulos agudos y protrusiones agresivas no dejaban duda de que era una nave de guerra. En el video estaba siendo hostigada por una flota de pequeñas naves, como abejas atacando un tejón al que no le podrían importar menos sus aguijones. Libra retrocedió a otra escena, otra batalla, luego otra, y otra más. Batalla tras batalla, en una larga campaña de dominación y masacre. Kara, y Artem miraban atónitos.


— Nunca hay nada bueno que ver — Libra exclamó exasperada.


— ¿Cuántos años tienen estos registros? —preguntó Kara.


— Hmm… unos quince mil años, más o menos —respondió Libra.


— Espera, retrocede —exclamó Artem. Algo familiar llamó su atención.


La grabación, como las anteriores, mostraba al crucero de batalla alienígena enfrentándose a una flota de naves, que una por una explotaba bajo el fuego de un gigantesco rayo de energía que la monstruosa nave proyectaba como un matamoscas. Cuando el último de los defensores fue aniquilado, la nave concentró todo su poder de fuego en el planeta.


— Mierda… ¿acabamos de presenciar un genocidio a escala planetaria? —Artem preguntó ansioso, un escupitajo deslizándose por el interior de su visor.


Un fuerte gemido metálico recorrió la nave, acompañado de un claxon bajo y retumbante, como un cuerno de guerra. Y por un segundo el tiempo pareció detenerse.


Habían saltado al hiperespacio — Libra, ya no le hables más a la nave. Reproduce el registro más reciente —ordenó Kara. Tal vez les daría una pista de a donde se dirigían, podían estar a medio camino de otra galaxia.


El registro de la batalla seguía. La nave alienígena en una escena familiar, rodeada por una vasta armada en órbita del mismo gigante gaseoso donde la habían encontrado. La flota atacaba desesperadamente, sin lograr frenar su avance. Poco a poco, la superioridad numérica del enemigo les permitió acercarse lo suficiente para que dos de los atacantes lograran acoplarse.


— Una acción de abordaje —dijo Artem—. Creo que estamos viendo la última batalla de los Antiguos.


— Tenemos que salir de aquí —exclamó Kara—. Dejen todo y regresen a la nave. Nos vamos.

Un nuevo gemido atravesó la super estructura de la nave, anunciando su salida del hiperespacio. La imagen holográfica ahora mostraba un planeta familiar, cubierto de océanos y ciudades — ¿Nueva Alexandria? Toda la fuerza de defensa planetaria de Nueva Alexandria les estaría apuntando —Pensó Kara, un escalofrío bajó por su espalda, la imagen del bombardeo orbital que acababan de presenciar fresca en su memoria.


— ¡Las ruinas! — exclamó Artem, los otros lo miraban confundidos. — Las ruinas de los antiguos, la batalla... Los defensores, eran los Antiguos.


La implicación de que esta misma nave había acabado con un vasto imperio galáctico por si sola le cayó a Kara como un saco de plomo. La habían despertado y ahora estaba tratando de completar su misión.


"Atención, nave no identificada." Una voz autoritaria transmitió en todas las frecuencias. "Están entrando en espacio restringido, se les ordena apagar sus motores y prepararse para ser abordados. Cualquier cambio de curso será interpretado como un acto hostil."


— Fuerzas de defensa de Nueva Alexandria, esta es la nave de salvamento Fénix de Moldolfo — Libra respondió —¡ESTA NAVE LEGALMENTE NOS PERTENECE, NO SE LES OCURRA TOCARLA!


Un claxon ensordecedor empezó a retumbar por toda la nave, acompañado de una luz estroboscópica. Un ejército de pequeños robots corría en todas direcciones, escabulléndose mientras avanzaban a toda velocidad por los pasillos hacia el hangar de la nave, donde el Fénix aguardaba.


— Solo para que sepan, acaban de disparar hasta el último misil que quedaba en el planeta — anunció Libra casualmente. —Pero lo están haciendo genial ¡sigan así!


— ¡Van a explotar nuestra maldita nave! ¡Tenemos que hacer algo! — Artem gritó abrochándose el cinturón.


— No me preocuparía por eso — respondió Kara, tomando su puesto en la cabina del Fénix. Su monitor táctico mostraba una línea amarilla que se expandía lentamente hacia los puntos rojos, los cuales iban desapareciendo a medida que la línea los alcanzaba.


— Libra, ¿cómo vamos a evitar terminar igual que ellos? — preguntó Artem casi llorando.


— ¿Por qué tengo que pensar en todo? — respondió la computadora. Un golpe de aceleración los sacudió. — ¡Maniobras evasivas! — exclamó decididamente la voz computarizada.


— Libra, tenemos que hacer algo — gritó Kara, sin aliento bajo la brutal aceleración— ¡Hay más de quinientos millones de personas en Nueva Alexandria!


— Oki, doki — respondió Libra. Sirenas de emergencia estallaron en sus oídos. — Expulsando el núcleo del hiperpropulsor.


— ¡No! ¿Qué demonios estás haciendo? ¡Vas a destruir mi preciosa nave! — exclamó Artem.


— Destruir la nave, no destruir la nave... ¿por qué no se deciden? — respondió Libra.


— ¡¿Y de qué carajo te sirve una nave si todos los compradores están muertos?! — Kara exclamó, aplastado contra su asiento, mientras el Fénix maniobraba salvajemente para escapar del cavernoso interior de la nave — ¡Hazlo!


— ¡No me digan qué hacer! — respondió Libra. Las luces se apagaron de repente, solo para regresar unos segundos después.


Con un último golpe de aceleración, el Fénix salió disparado del interior de la nave, seguido por un resplandor cegador de luz azul. Explosiones sacudieron la nave alienígena, que se partió en dos, mientras una nueva andanada de misiles impactaba su casco debilitado.


— Bueno, a veces se gana, a veces se pierde — dijo Libra.


— Me deben un crucero de batalla alienígena —Artem  suspiró resignado.

Entradas recientes

Ver todo

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page